Estados Unidos contra Obama


Las elecciones legislativas de Estados Unidos han dado un vuelco a la situación política del país. El espíritu esperanzador y optimista de Obama se desvanece entre amplios sectores de la población, descontentos con su gestión económica. Pero, ¿qué ha ocurrido para que el gran héroe mundial pase a convertirse en un político mediocre en sólo dos años?

En noviembre de 2008, en mitad de la crisis económica más fuerte en décadas, un hombre afroamericano consigue alzarse como presidente de la mayor potencia mundial, Estados Unidos. Su victoria estuvo impulsada desde todos los rincones del mundo. Gobernantes, activistas, analistas, políticos y, sobre todo, miles de personas en todo el globo, acogieron esperanzados la llegada a la Casa Blanca de una persona capaz de transformar la mala situación económica y social que se estaba viviendo. Había llegado ‘el Mesías del siglo XXI’.

El flamante presidente de Estados Unidos había sido descrito como un hábil comunicador que tenía una gran capacidad para el diálogo. Un entendimiento que se materializaba con otros gobernantes y, sobre todo, con el pueblo que esperaba expectants todos los cambios que Barak Obama aseguró que desarrollaría para mejorar la situación mundial. Un año después, el mundo vio cómo su Mesías recibía un galardón que le brindaba los honores que merecía: el Nobel de la Paz de 2009 “por sus esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos”.

Sólo han pasado dos años desde que Obama llegó a la Casa Blanca. Ahora, el mismo pueblo que lo elevó, le ha dado la espalda. No ha actuado como el Mesías que esperaban. Las elecciones legislativas del pasado 4 de noviembre han evidenciado que los estadounidenses se han cansado de los planes reformistas del presidente. Han dejado de creer en él, en sus discursos esperanzadores y en sus sonrisas alentadoras. Sólo así se puede explicar el vuelco que ha experimentado la Cámara de los Representantes, que ha vuelto a ser de mayoría republicana. 

El fenómeno Obama ha perdido su eficacia. Los norteamericanos encontraron en él la panacea de todos los problemas y él, como un astuto político, supo manejar sus fortalezas para imprimir un sello esperanzador después del decepcionante mandato de George Bush. Sin embargo, su discurso reformista no ha sido bien acogido por los sectores conservadores del país.

En primer lugar, la crisis económica ha lastado mucho la imagen del presidente. Estados Unidos cuenta con un porcentaje de paro que supera el 9% y las medidas fiscales de aumento del déficit público han conseguido aliviar la situación de muchos desempleados a costa del desencanto de las clases conservadoras y de la crítica republicana. Sus medidas no han conseguido frenar, a los niveles esperados, los cierres de fábricas y la destrucción de empleo. 

Por otro lado, la tan anunciada reforma sanitaria, ha encontrado más trabas de las previstas, incluso dentro del bando demócrata. Tampoco ha sido una medida que haya contado con un apoyo unánime en los estadounidenses, que han visto cómo se han aprobado leyes para aumentar algunos impuestos con el propósito de financiar parte del coste público de la reforma. La reforma ha servido, además, para que los sectores republicanos lo tachen de “socialista” y de paternalista, valores difícilmente comprensibles en la sociedad norteamericana.

Paradójicamente, mientras Obama iba perdiendo seguidores, comenzaba surgir otro fenómeno popular bautizado como ‘Tea Party’, en honor a la rebelión norteamericana del siglo XVIII contra la metrópoli británica: la Boston Tea Party. Este movimiento recoge a todos aquellos ciudadanos descontentos por las políticas del gobierno de Obama que apelan a un nacionalismo patriótico para restaurar la senda del país. Es un movimiento que, algunos sectores califican de extrema derecha, por su postura en asuntos como la inmigración, el aborto o la economía. Aunque sus miembros dicen no pertenecer a ningún partido, el Tea Party ha conseguido durante estos últimos meses, una alianza perfecta con el partido republicano que ha servido a ambos para aumentar su respaldo social. De hecho, es una de las claves que explican la victoria de los republicanos en la Cámara de los Representantes.

Pero estas elecciones han servido para demostrar una realidad que antes era imposible ver: se ha mitificado la figura de Obama en una hábil maniobra para recuperar algunos valores perdidos, consecuencia del pesimismo social provocado por la crisis. Pero cuando los norteamericanos no han visto mejorar su situación, el mito de Obama ha caído estrepitosamente. Ahora, se aferran al Tea Party. La cuestión es ir vagando sobre fenómenos populistas que prometen paraísos imposibles en una estructura dominada por el sector financiero. Las emociones marcan las actitudes cuando la lógica racional impide explicar el porqué de la situación.

Fuentes.

El País 1 y 2






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