¿Xenofobia alemana?


El proceso de derechización que está viviendo Europa no es nuevo. Desde la explosión de la crisis económica, los partidos de derecha y extrema derecha se están haciendo hueco en el abanico político europeo. Las principales potencias, Francia, Italia y Alemania son los máximos ejemplos del conservadurismo que empieza a imperar en el antiguo continente. Detrás de ellas, estados como Hungría u Holanda están viviendo un auténtico fervor conservador. Consecuencia de ello son decisiones polémicas que toman estos estados respecto a fenómenos como el de la migración.

Ayer saltó la noticia de las declaraciones de la canciller alemana. Ángela Merkel propugnó en Postmun un discurso ante miembros de la organización juvenil de su partido, la Unión Cristiano Demócrata (CDU), donde afirmó que el estado multicultural “había fracasado completamente”. Merkel ofreció ante su público un discurso mucho más duro que el del presidente de la República alemana, Christian Wulff cuando se refirió días antes a que el islam “formaba parte de Alemania” tanto como las otras religiones.

La canciller matizó las palabras del presidente de la República al sentenciar que los inmigrantes deben hacer un esfuerzo mayor por integrarse en la tradición bávara. En este sentido apostilló que “el que no aprende alemán, no es bienvenido”. La canciller resaltó que los alemanes están vinculados con los valores cristianos y “quien no acepte esto, no tiene su lugar” en el país, refiriéndose a los inmigrantes procedentes de países islámicos.

Sin embargo, no sólo existe un proceso de ‘islamofobia’ en occidente. La derechización de las tendencias políticas en Europa es un fenómeno en alza cuyos efectos se dejan ver en el fenómeno migratorio a todos sus niveles. Un claro ejemplo es el de la población romaní: los gitanos.

Durante el pasado verano se han vivido momentos muy tensos con la expulsión de miles de gitanos de Francia. El hecho, a pesar de haber salido en numerosos medios, no ha servido para hacer un análisis profundo de sus implicaciones. Sin embargo, no es Francia el único que ha tomado esta decisión. Alemania, durante los últimos años ha expulsado a unos 15.000 gitanos a sus países de origen. Son datos aportados por la ONG Pro Asyl teniendo en cuenta que no existen censos oficiales de la población gitana deportada.

La mayoría de los romaníes provienen de los Balcanes y llegaron a Alemania en la década de los 90 buscando asilo. Ahora, con la estabilización de la región y la proclamación de Kosovo como país independiente, los Gobiernos de Berlín y Pristina están firmando acuerdos que devuelve a la población gitana a sus lugares de origen. El problema radica en que ya están plenamente adaptados a la vida alemana aunque no poseen la nacionalidad germana. La vuelta a los Balcanes les arrastra de nuevo a condiciones de vida deplorables.

Una posición muy poco conciliadora la de la Administración teutona con los inmigrantes. Una situación difícilmente comprensible en un mundo cada vez más global e interdependiente. Una postura que recuerda a los nacionalismos del siglo XIX donde la exaltación de lo propio primaba sobre lo extranjero. Esta es la política de una de las principales potencias europeas, cuna del desarrollo y del civismo. Del mismo signo son los gobiernos de Francia, Italia, Hungría y Holanda. Difícil tesitura para los extracomunitarios.

Fuente:


El País

Periodismo Humano


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