Eres y eres pero nadie fue


José Antonio Griñán | Imagen obtenida del Portal de la Junta de Andalucía
El Parlamento de Andalucía asiste este miércoles a un bochornoso circo en el que los payasos visten traje y corbata, ocupan los sillones de los grupos parlamentarios y son artífices de la votación final que dictamina las responsabilidades políticas en el caso de los ERE fraudulentos. En este circo, los payasos han sido los únicos que han reído al decidir no buscar responsables de una trama que presuntamente ha succionado de las arcas públicas 17 millones de euros, en su estimación más cicatera. Al resto, no nos hace ni pizca de gracia. 

La votación de las conclusiones del dictamen de los ERE es la constatación del fracaso de las instituciones y la hipocresía de un sistema político caduco donde malversaciones y corruptelas no están castigadas. Es el refrendo de una burda pantomima cuyo efecto más inminente es una pérdida generalizada de confianza que cotizará al alza, gracias a la inestimable colaboración de todos los grupos parlamentarios. 

El esfuerzo radicaba exclusivamente en alcanzar un consenso para señalar a los responsables políticos de una trama ilegal. Una tarea que se ha convertido en misión imposible para los nueve miembros de PP, PSOE e IU que componían una comisión que se ha mostrado incapaz de identificar conjuntamente, con nombres y apellidos, a los culpables de un escándalo político que permanecerá mucho tiempo en la retina de los andaluces. 

Sólo tres partidos, tres siglas y nueve personas que no han conseguido ponerse de acuerdo, ya fuera por una ambición desorbitada en buscar culpables, un corporativismo partidista que impedía señalar a compañeros de filas o un pacto de gobierno que ha suavizado desde el principio las responsabilidades atribuidas a cada cual. El balance, un dictamen rechazado por los mismos que lo han redactado después de que unos y otros eliminaran las partes que no le interesaban. 

Ahora podemos explicarnos por qué no se ha celebrado con anterioridad una comisión de investigación en el parlamento andaluz. Con el rebote de acusaciones y la tontería generalizada, al final sólo el ex director general de Trabajo aparecerá como el chivo expiatorio de toda una trama escrupulosamente orquestada que, a tenor de las investigaciones, ha estado defraudando a la hacienda pública andaluza durante diez años. Guerrero constará como el hombre que hacía sonar toda la orquesta, él solo, como Juan Palomo. 

No hay que olvidar que la comisión era la ocasión de oro para dejar actuar a la política y allanar el camino para que las instituciones y sus representantes recuperaran parte de la denostada confianza. Sus señorías prometieron, aseguraron y convencieron de que la comisión era un ejercicio de transparencia. A su término, todos los que mínimamente confiados volcaron sus esperanzas en ella, se han dado de bruces con la realidad. Gracias a sus señorías, la política andaluza es aún más negra y menos representativa; un auténtico funeral que enarbola banderitas y farolillos sólo cuando las urnas se aproximan. 

El presidente de la comisión, en un ejercicio de sinceridad, aseguraba sentir vergüenza de su resultado. Mejor no preguntar qué podrán sentir todos aquellos que ven cómo decenas de millones nutren algunos bolsillos mientras los suyos están cada vez más desolados sin que nadie sea capaz de poner nombres y apellidos a los responsables que lo han permitido. Afortunadamente, aún queda la resolución de la justicia, aunque a la velocidad con la que se deslegitiman las instituciones, habrá que ver por cuánto tiempo. Lo realmente increíble es que, pese a todo, todavía puedan existir incansables que confían en las comisiones de investigación… e incluso en la política. Qué envidia.


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