José Antonio Griñán | Conchitina / ElMundo.es |
Si
la socialdemocracia ha entrado en crisis, el PSOE de Andalucía es el
mejor ejemplo de ello. Negativas, reproches, críticos, excluidos y
divisiones internas se alternaron durante el Congreso Regional de un
partido descalabrado electoralmente en el conjunto de la nación y con
una pérdida de confianza generalizada que combaten con escasas ideas
renovadoras. El continuismo que prevalece en el PSOE ante el temor de
una mayor sangría de votantes hacía prever que Griñán saldría reforzado
del congreso por abrumadora mayoría. Pero la conservación del gobierno
andaluz no ha sido suficiente y tres de cada diez delegados le dieron la
espalda a su secretario general.
Quizás
porque no se preveía un rechazo tan alto o porque Griñán quiso hacer
las veces de dirigente firme y duro, tras conocer los resultados, el
secretario general de los socialistas andaluces demostró un carácter
insólito que reforzó la posición del sector crítico. “Los que no me
votaron no estarán en la Ejecutiva”. Sus palabras fueron ejercicio de
sinceridad que sorprendió a todos –que esperaban más de un hombre con
talante negociador- y evidenció el inframundo en el que se ha estancado
la política y las luchas internas para alcanzar los puestos de
responsabilidad en el partido que luego abren las puertas al gobierno de
la Junta.
Aún
resuenan las palabras de Pepe Griñán preguntando antes del congreso
quiénes eran esos críticos de los que tanto se hablaba en la prensa.
Ahora, ya los conoce y será difícil que les olvide. Los críticos ya
poseen nombre y apellidos y están consiguiendo apoyos día a día. En el
congreso regional han alcanzado su primer objetivo: evidenciar su
existencia. Ahora, ya han definido el segundo: la secretaría general del
PSOE de Sevilla.
Si
existe un reducto socialista en España, esa es la provincia de Sevilla.
Para griñanistas y críticos, alcanzar la secretaría general sevillana
supone dominar el caballo ganador y dar un golpe en la mesa sobre el
otro bando. Lo previsible es que gane Susana Díaz, que cuenta con el
aval del aparato del partido, algo que permitiría a Griñán respirar
aliviado y frenar momentáneamente su pérdida de credibilidad. Aunque las
previsiones no siempre se cumplen. Y en el PSOE de Andalucía, cada vez
menos.
En
el otro lado se sitúa el sector crítico. Abanderado por Gutiérrez
Limones, cuenta con los apoyos de veteranos socialistas con peso e
influencia. Su candidatura nos permite conocer que este grupo es crítico
con la gestión de Griñán pero poco más puede ofrecer. En ningún momento
han dado muestra de apostar por el cambio o la renovación del partido,
conceptos que se manejan desde dentro del partido y que contribuirían a
que el PSOE supere la crisis en la que está inmerso. Pocas esperanzas se
pueden depositar en el sector crítico del PSOE de Andalucía si está
liderado por políticos con fecha de caducidad. Gutiérrez Limones es
incapaz de abanderar un proyecto renovador cuando es la cara visible del
gobierno de Alcalá de Guadaíra desde 1995.
Con
todo esto, si mala era la situación del partido socialista andaluz
antes del congreso, después de él es mucho peor. Las divisiones internas
y las luchas fraternales por la actuación de su líder regional, las
continuas pérdidas electorales y la coalición con Izquierda Unida han
generado un partido débil a juicio de sus propios integrantes. Si a esto
se suma un secretario general cuestionado, la brecha se hace casi
insalvable. Por si todo esto fuera poco, el sector opuesto a Griñán que
pretende erigirse como alternativa, está capitaneado por líderes locales
que representan un proyecto caduco. ¿Solución? Sólo queda una:
renovarse a marchas forzadas o morir.
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